miércoles, 22 de septiembre de 2010

A este dos le sigue otro dos

Era un dos que le seguía a otro dos, como si fuera su doble.
Se mantenían cerca, pero siempre dejaban que sus respectivas curvaturas los distinguieran, aunque sólo fuera para confundirlos.
Vamos a sumar, dos más dos son cuatro.
Ahora, restemos, cuatro menos dos son dos.
Cuatro entre dos son dos.
Y, dos por dos son cuatro...


Tras un día lleno de abrazos, ahora es turno de abrir los míos y sujetar la almohada para volver a soñar.



martes, 21 de septiembre de 2010

La sonrisa del día

¿Apoco no se agradece sentarse bajo un cielo despejado y ver los colores que pintan el día?
Hoy, al amanecer, sentí que algo tenía pendiente en la bandeja de entrada de mi correo electrónico. Pero lejos de ser la espera de un mail de corte "laboral" o que me causara un insomnio disgustante durante la noche, fue como si me hubiesen convocado a aguardar una afortunada sonrisa.
Y la sonrisa llegó. Dos grandisos correos, de dos personas fabulosas.
Los adoro, y lo saben.
Este año ha sido un excelente año (si hago el recuento desde septiembre de 2009), pero definitivamente no lo sería sin ustedes, aunque a veces se habite el mundo en solitario, porque es grandiso echarse una buena empanada al estómago, comer un dulce de limón, acordarnos de viejos tiempos, aterrarnos y a la vez burlarnos de nuestra ilógica procedencia, subirnos en un minibús y comentar el día con la respiración tranquila, explorar nuevos caminos, o compartir proyectos.
Buen día, gente =).

lunes, 6 de septiembre de 2010

Un domingo




En el parque, mientras acompañaba a mi prima, me quedé boba al observar un niño que estaba colocando piedritas en los zapatos de su hermana; él aprovecho el tiempo mientras ésta se balanceba en un columpio y olvidó los zapatitos tras saltar en el brincolín.
El niño optó por subirse en una resbaladilla. Ahí se mantuvo hasta la cumbre. Sus ojos estaban dispuestos a no fugarse con las familias que llevaban de la mano a los hijos que sujetaban sus ostentosos helados, las aves que bajaban de los árbles a picotear algunas migajas perdidas, o las parejas que secreteaban y reían; para él esto no era interesante.
Sólo su atención era para las piedritas, grava suelta que le permitía una concentración fantástica.
Porque desde esa altura, creo, las piedritas se vuelven infinitas.